Grimorianos

30 de abril de 2012

Beltane desde el interior...

"Soy un pagano que toca las raíces de un árbol que ya no existe"



Se rompe el silencio...comienza una sinfonía que neutraliza mis sentidos para prepararme a mi y al lugar. Estoy Solo, desde el momento en que tomó la varita, no existe nadie más, pero simultáneamente, están todos ahí, acompañando mis pasos, siento su presencia, su energía creando el círculo. Me inclino en señal de respeto, pero mucho más para sentir la tierra, para reconectarme. 

La Gran Madre me dice que está en todo su esplendor, puedo sentirla, en la habitación el aire se vuelve denso por su energía y se mezcla con el aroma  a mirra que brota del incensario. Silencio otra vez. Nace el fuego. El tiempo del no tiempo ha comenzado, se rompen los límites, puedo ser quien nunca soy, y llegan a mi quienes nunca han sido, los que fueron y quizá quienes nunca serán.

Afuera, todo los ciclos vuelven a comenzar de manera extraña, soy un pagano que toca las raíces de un árbol que ya no existe, que festejas a los ciclos que poco a poco se modifican, sin embargo continúo, siento el fuego divino que se manifiesta bajo mis manos, veo sus chispas, me encanta ese jugueteo de sus llamas.

No tengo flores, no hay nada nuevo en mi altar, ¡ni mi alma!, muy dentro de mi sé que estoy peor que antes, pero es el momento de arrojar todo al fuego, y celebrar la fertilidad (cierro mis ojos y me pregunto: ¿Que fertilidad, si la tierra se seca, se inunda, hace erupción?) Pido abrigo a la Gran Madre, yo sólo, dentro de aquel lugar me siento como un pequeño feto desplazándose por la matriz, quisiera imaginar la seducción entre los Dioses, sentir ese deseo en el aire, pero ellos cambian sus rostros, nosotros modificamos los arquetipos, pero sé, que muy a pesar de mi fatalismo, ellos no nos abandonaran, sé que estarán para nosotros, muy a pesar de todo.

Inevitablemente, logró contactar con aquella parte aún no ultrajada de la Gran Madre: su amor incondicional. Su amor enciende el fuego dentro de mi, mientras mi pequeña hoguera se apaga. Ofrezco mi cuerpo, pues a lo largo de todos estos años he ofrendado de todo lo que me rodea, y de mi, muy poco. Pido la abundancia de la  tierra, para que el mito no pierda su eficacia y la historia sagrada se repita por siempre.

Abro los ojos, el mundo luce igual, no hay menos contaminación ni he salvado un árbol ni he brindado cobijo a ningún animal indefenso, pero sé que encontraré mi sitio, mi tiempo, y entonces estaré listo para partir a la tierra del eterno verano...

El ritual terminó, y aunque nada cambió, yo me siento renovado...


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