La magia se basa en una ley de la simpatía universal, según la cual todo esta relacionado con todo. Por medio de un fluido sutil que une todas las cosas, cualquier movimiento en las distintas dimensiones del cosmos se transmite a todas las demás cosas, preferentemente a aquello que tiene capacidad de resonar con el agente.
Una vez conocida la dirección exacta, se puede influir en cualquier cosa, porque no existen áreas de discontinuidad, como cree la ciencia moderna.
Este proceso de resonancia es perfectamente válido para el hombre que es un microcosmos que refleja plenamente el macrocosmos de la creación.
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