Grimorianos

9 de febrero de 2012

Memorias de un Brujo III: El Sacrificio Mágico y la Noche Primigenia

Sucedió que en cierta etapa de mi desarrollo espiritual me vi envuelto en una encrucijada que fue realmente tormentosa, de la que en realidad pensé que nunca saldría.

Por aquellos años, mi madre enfermó gravemente y el vaho indescriptible de la muerte parecía cubrirla a cada segundo. Mi ser se tambaleó y perdí el control de mi vida.

Siendo todavía un novato en el uso de los poderes que la Gran Madre había permitido que se manifestaran en mi, decidí pactar con el Universo: invoqué toda la fuerza que pude soportar a través de mi cuerpo para encender el fuego dentro del corazón de mi madre.

Meses después vino aquella visión en la que se me mostraba el precio de todo aquello, visión de la que provenía una voz del mundo espiritual que me decía que abandonara a mi madre para salvar mi tótem (si, me pedían mi tótem por aquella operación mágica que realice inconscientemente consciente) ya que mi madre, en algún momento me traicionaría. A cambio, la permanencia de aquel animal me permitiría desarrollar aún más todos los dones que me habían sido otorgados.

Tuve miedo, tenía 16 años y en ese momento cualquiera de las dos decisiones que tomara me dejaría con grandes vacíos: La espiritualidad (mi tótem) sin amor (mi madre) se convierte en soberbia, y el amor sin espiritualidad termina en locura. 

Nadie se prestó a ayudarme, y mi familia terminó por complicar todo. Al final, la situación apuntaba a que tenía que decidir por mi mismo. Por supuesto, más de uno sabe el desenlace de esta historia... termine por elegir a mi madre, dando con ello un paso a la locura.

Siete días después de la visión, Gina, mi tótem, se conectó a mi espíritu: vi que caminaba por una calle, era una noche oscura, y de pronto, un perro apareció de la nada y se lanzó sobre ella y comenzó a morderla y en cuestión de minutos la había herido mortalmente, vi su sangre derramarse por el suelo, vi sus ojos apagarse dejándome ciego a mi también. Lo último que vi fueron siete esferas luminosas que se desprendieron de su cuerpo y subieron al cielo, confirmando su muerte física.

En ese momento, murió una parte de mi, pero la deuda había quedado saldada y yo había cumplido mi objetivo, aún cuando mi mundo se volvió gris y sin esperanzas, ni visiones, ni alegría, solo en oscuridad.

Sin embargo, me quedó ese amor maternal, que poco a poco fue sanando las heridas de aquel sacrificio mágico, devolviendo luz a mis sombras, reedificando las ruinas de mi vida, ayudándome a transitar por aquellos años que fueron mi retorno a la noche primigenia.

2 comentarios:

  1. Las emociones son el mayor obstáculo del hombre... pero yo tmb hubiera elegido a mi madre... y recuerda lo que debes tener siempre es amo incondicional a todo y para todo :D

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  2. Me ha gustado la experiencia aunque séa muy triste. Un totem es importante pero... ¿Quién no sacrificaría todo por salvar a una madre?

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