(EXTRAIDO DE MAGIA NATURAL)
Según una primera acepción de magia, el mago no es más que un sabio (Magus primo sumitur pro sapiente), en la práctica, un científico dotado de una comprensión especial de las leyes de cosmos.
En una segunda forma de magia, el mago se identifica con quien lleva a cabo obras mediante la aplicación de los principios activos y pasivos, como en el caso de la medicina y la alquimia. En este caso se trata de magia natural (naturalis magia).
La tercera forma de magia no es otra que el arte prestidigitador.
La cuarta forma es la de la interacción magnética entre las cosas, causada por la presencia en ellas del espíritu (o alma), como en el caso del imán. Esta última también es magia natural.
La quinta forma de magia es la oculta (o matemática): utiliza siglas, números, imágenes, etc. Y se sitúa a medio camino entre la magia natural y la sobrenatural.
La sexta forma de magia añade a esta última la invocación de entes (dioses, héroes, demonios) para recibir en uno mismo el espíritu invocado o para utilizar algunos espíritus con el fin de dominar a los demás (y entonces tenemos la teúrgia o magia transnatural o metafísica).
La séptima forma de magia es la necromancia; la octava forma de magia, importante por las influencias que puede ejercer en los otros seres vivos, es la que profesan los maléficos y los benéficos. En efecto, además de hechizos utilizan vestimenta, y “todas aquellas cosas que se considera que pueden estar en relación con el tacto”. El objetivo es disolver, ligar o hacer enfermar. Cuando estas artes se utilizan para el bien, incluyen de algún modo a la medicina.
La novena forma de magia es la que llevan a cabo los adivinos, que puede clasificarse según la modalidad con la que operen.
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